En mi país son las 5:12 de la mañana. Llevo un poco más de una hora despierto después de haberme despertado súbitamente mientras soñaba con la muerte.
Pensamiento intrusivo, pensamiento agresivo que siempre está instalado esperando cualquier momento para revelarse. Definitivamente dudo mucho de quien sea el que tenga el control. Claramente no soy yo porque de ser así, anularía estos pensamientos.
Pero sí hay algo que puedo hacer, buscar recursos. Una vez más, seco una lágrima que se escapa y me pongo a escuchar la música de Philip Glass. Pero eso antes fue peor. Ese artista tiene tanto que decir son sus melodías, parece que conoce muy bien lo incapaces que somos a veces de usar la palabra para expresar lo que ni siquiera podemos nombrar, y que ni el mismo psicoanalisis logra en sus complejidad. Nombrar el vacío. Algo está contenido allí pero cómo nombrarlo si es vacío.
En fin, me dispongo entonces a pensar qué puedo hacer para evitar el pensamiento oscuro de la muerte. Miro por el balcón, fumo un cigarrillo y contemplo esa luz en la montaña frente a mí. Luz a la que siempre acudo en memoria de cosas que alguna vez me mostraron enorme alegría pero que luego, sin ser su intención, me llevaron a la más profunda pena. Si conocí el amor, fue por esa luz. Si conocí el verdadero dolor, fue por esa luz. (Tal vez algún día pueda hablar en detalle de esa luz, de ese símbolo que algún día tuvo nombre y fue materia).
Vuelvo a mi dormitorio, y pongo a Dieterich Buxtehude. Yo sé. Qué excéntrico soy con mis gustos musicales. Singularidad o histrionismo, no lo sé. Pero me hace sentir mejor pensar que hay cosas por las cuales aún puedo sentir apego a la vida y la música es una de ellas.
Así nace este blog. Así nace este espacio para hacer catarsis, porque es lo mejor que puedo hacer, escribir. Escribir sin técnica, pero desde el alma, asegurando que al momento de escribir estas líneas, minutos antes hubo una fuerte lucha por no buscar la muerte y quedarme aquí un día más.
Tal vez es la fuerza interior, tal vez sea el creador del universo. Pero una vez más, cuando no tenía nada más en qué pensar, aparece la vida y me da esta opción. Escribir.
Peregrino.